martes, 31 de agosto de 2010

El islam del pedestal de Carlomagno (II)




Veíamos en la entrada anterior cómo el actual temor europeo en torno a la pérdida de identidad autóctona hundía sus raíces en la Edad Media. Era un agente foráneo, el islam, el que introducía esa amenaza, que, durante más de 1.000 años, había permanecido relativamente lejos de los Pirineos. Sin embargo, la emigración musulmana actual a Europa ha puesto otra vez en contacto dos culturas que tradicionalmente no logran avenirse de una forma satisfactoria. Existen indicios de que ese temor o esa renuencia occidental hacia el foráneo islámico ha cobrado nuevos bríos durante la última década. Las recientes declaraciones de Tony Blair lo resumen claramente: «el radicalismo islámico es la mayor amenaza que afronta el mundo». Con todo, pueden identificarse tres causas de esta renovada sensación:

En primer lugar: la confirmación del terrorismo, desde 2001, como medio de confrontación sistemática con las culturas ajenas al círculo islámico. La fórmula terrorista ha demostrado que el integrismo islámico tiene la capacidad de causar estragos en cualquier sitio; por añadidura, plantea un enfrentamiento asimétrico que hace inoperativos los ejércitos occidentales. La capacidad destructiva de la fórmula terrorista, a caballo entre las antiguas razias y la guerra clásica, persigue un objetivo muy sencillo: introducir un factor de miedo en la opinión pública, que se contagia gracias a los medios de comunicación.

En segundo lugar: no hay que olvidar que los grupos integristas islámicos persiguen un fin político, no sólo el mero estrago: constituir la Umma, o comunidad teocrática de todos los creyentes. Constituye una vieja aspiración islámica la de convertir a Europa en una región más de su círculo de influencia, mediante la conversión de los infieles a la religión de Mahoma. El 29 de agosto, el comandante Muammar El Gaddafi  afirmó que «el islam debería convertirse en la religión de toda Europa» y «que el primer paso para la islamización de Europa será la entrada de Turquía en la Unión Europea». En la aleya quinta de la novena sura del Corán, los integristas disponen de una orden clara al respecto del infiel: «Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, entonces ¡dejadles en paz!». 

En tercer lugar: personas de ascendencia cristiana relacionan el temor a la pérdida de identidad o al declive cultural con los altos índices de emigración de elementos islámicos. Se sumaría a este factor la reducida natalidad europea, que generaría un proceso de decadencia similar al de la vieja Esparta. Muchos musulmanes, lejos de buscar una integración de carácter laico, persiguen con frecuencia anteponer a las leyes nativas costumbres religiosas inaceptables desde la óptica social occidental. La foto de la entrada anterior es una pequeña muestra de esto, pero la cuestión demográfica así como la sensación de decadencia cultural de los países occidentales pueden apreciarse en su verdadera dimensión a través del documental que se inserta a continuación.






En cualquier caso, conviene censurar varios aspectos del documental:

En primer lugar: está escrito de manera que contribuye al miedo que genera el terrorismo en la opinión pública, a modo de agitación-propaganda, y concluye así: «esta es una llamada a la acción». Esto colabora con el fin militar del terrorismo islámico contra Occidente. La posibilidad de que los países occidentales sean sustituidos por repúblicas islámicas* no es descabellada a la luz de los datos ofrecidos, lo que contribuye a exacerbar los ánimos sin proponer una solución aceptable.

En segundo lugar: las inflexibles afirmaciones de que la cultura europea va a desaparecer se sustentan sobre estudios históricos que no se citan convenientemente, aunque existen hipótesis al respecto que se ven en la siguiente entrega de «El islam del pedestal de Carlomagno».

En tercer lugar: el documental no exhorta explícitamente a aumentar la natalidad ni a la adopción de medidas económicas que la fomenten. No se propone, por tanto, una solución que incida en el problema directo de la natalidad.

En cuarto lugar: para debelar la futura preponderancia cultural del islam en Europa se propone la difusión del Evangelio, iniciativa mucho más conflictiva y problemática que, por ejemplo, establecer por ley el laicismo absoluto en suelo occidental. Por otro lado, es cuestionable que el elemento cristiano en la identidad europea posea actualmente más relevancia que el laico o el aconfesional.

Si tenemos en cuenta que la democracia es el gobierno de la mayoría, el riesgo de que Europa se convierta en un conjunto de repúblicas islámicas resulta verosímil. El componente musulmán del tejido social europeo cada vez tiene más presencia y, de algún modo, el vacío religioso del laicismo representa un nicho que podría llenar el islam. Sobre todo si las personas ligadas al integrismo islámico continúan en el poder religioso con el propósito de llenar ese vacío y los gobernantes de los países de origen continúan viendo como natural la creación de una Umma o de unos proyectos políticos similares. Esta suplantación cultural, por tanto, se hará más probable en la medida en que crezca proporcionalmente la población que abraza el islam.


* Principalmente si los elementos musulmanes abrazan los principios del integrismo, como hacen las células terroristas.



sábado, 28 de agosto de 2010

El islam del pedestal de Carlomagno (I)




La idea de que el islam es una amenaza* para la identidad europea y en general occidental es milenaria. Arraiga en la época del alto medievo, allá por el siglo VIII. La batalla de Guadalete (Cádiz), en julio del año 711, abrió a los musulmanes un camino franco de conquista que llegaría hasta los ríos Vienne y Clain, a dos jornadas de París, entre las ciudades de Tours y Poitiers. En ese lugar del mundo, el rey franco Carlos Martel les detendría en una batalla conocida como Tours, también como Poitiers, veintiún años más tarde. Desde aquel momento, los esfuerzos militares de los reinos cristianos de Francia y de la Península Ibérica se centraron en la cruzada contra el sarraceno.

El pretexto que sustentaba esta colisión de fuerzas era estrictamente cultural y se vertebraba a través del antagonismo religioso «cristiandad autóctona-islam foráneo». El fundamento racional del conflicto tenía un carácter económico: los botines que obtenían los sarracenos mediante la táctica militar de las razias**. Es importante advertir que los musulmanes gozaban en aquel tiempo de la iniciativa militar, mientras que la postura europea era estrictamente defensiva –recuperar el statu quo–. Todas estas circunstancias devendrían en un choque violento de civilizaciones con poderosas motivaciones económicas.



Mapa del Imperio Carolingio, con las correspondientes marcas defensivas. Carlomagno se proclamó protector de la cristiandad y fue nombrado emperador por el Papa León III el día de Navidad del año 800. Cristianizó a los sajones y envió predicadores al pueblo eslavo. Alcuino de York, erudito de la corte carolingia, aludió a la cuestión de que «la responsabilidad de mantener una unidad imperial recaería en la fe cristiana», explica Roger Collins, según Wikipedia.


La lucha franca persistió más allá de las campañas de Carlos Martel. Su nieto Carlos Magno, o Carlomagno –transcripción que prefiere la historiografía–, también debeló a los musulmanes; esta vez en territorio peninsular. Después de tomar Barcelona en el año 801, creó al sur de los Pirineos la Marca Hispánica, región de señoríos de carácter militar que servía de barrera al impulso musulmán hacia el norte. Se trata de una organización defensiva en cuya concepción participa la idea de un enemigo esencialmente islámico. A Carlomagno, entre otros, se debe el hito de la creación de una identidad europea que se articularía en el medievo a través del cristianismo.

Pero los tiempos giran como la rueda de la Fortuna. A pesar de aquellos pofiados esfuerzos, después de 1.200 años los musulmanes rezan a Alá en el corazón de una Europa que habitan como una etnia segregada social y culturalmente. Más allá de los Pirineos, más allá de Poitiers y de Tours, en la plaza de la catedral de Notre-Dame, dos musulmanes hacen una de sus cinco oraciones a los pies de la estatua ecuestre de aquel Carlomagno protector del cristianismo:



Pulse sobre la foto y observe la escena con todo lujo de detalles. Agradezco a Evil Preacher su diligencia y presteza en la ampliación de la escena.


En la foto se aprecia que el hombre se pone las zapatillas, tras hacer la oración preceptivamente descalzo. La mujer, que viste un hiyab, hace lo propio. Aunque se observa con algo de esfuerzo, junto al pie izquierdo del hombre está la tela sobre la que se han postrado para orar. Los dos se han colocado tras el pedestal de Carlomagno para no ver Notre-Dame mientras encaran la Meca, porque ambos templos comparten la misma dirección desde el punto en que se encuentran. La escena es una metáfora de la burbuja en que viven muchos musulmanes en Europa y la asimetría de permisividad que existe entre ambos entornos culturales. Es irónico que, por no ver Notre-Dame durante el rezo, estas personas se postren precisamente a los pies de aquel Carlomagno que se esforzó por expulsarlos de Francia hace más de mil años.

Observada como una ucronía, la foto encierra tres cuestiones irónicas:

En primer lugar: los hijos de aquellos sarracenos derrotados en Tours han llegado mucho más lejos en el territorio cristiano.

En segundo lugar: mientras que, por regla general, el europeo medio había tenido en un rincón lejano de la memoria el conflicto de índole cultural que generó la invasión islámica medieval, los musulmanes lo tienen hoy muy vivo.

En tercer lugar: la postración de estos musulmanes ante Carlomagno no es la imagen de una nueva postración de los sarracenos ante las armas francas.


* En Suiza existen alrededor de 160 mezquitas. La preocupación de los cristianos ha conducido al país a celebrar un referéndum que dilucide los deseos de los ciudadanos respecto de la construcción de minaretes.

** La táctica musulmana de las incursiones rápidas en pos de saco y botín fue en Europa tan temprana como habitual. El vocablo árabe argelino «ḡāzyah» entregó al francés la voz «razzia», que se castellanizó como «razia», mientras que el vocablo «ḡārah» del árabe clásico entregó al castellano la voz «algara». Son términos sinónimos, pues a pesar de la definición de la RAE, las incursiones árabes en territorio franco se hacían a caballo. Aparte, «ḡāzyah» significa estrictamente «algara».



martes, 24 de agosto de 2010

Efeméride (II): la bella sirena de Barendrecht




Hace hoy 37 años que Inge de Bruijn ['iŋge de 'brujn] nació en Barendrecht, unos terrenos ganados al mar de los Países Bajos en el siglo XII y que tienen una superficie de 21,7 Km2. Al otro lado de un transitadísimo meandro del Rin, el centro de la pequeña, pero acomodada, urbe dista de la gran Róterdam algo más de once kilómetros. Precoz y veloz nadadora, Inge confesaría en 2006 al diario El País que su vida es la natación: «Está en mi corazón»; como el agua está en el corazón de Barendrecht. De algún modo, Inge nació del agua y el agua conformó una fracción de su persona y de su temperamento.


Imagen del sitio oficial de Barendrecht. El lugar presume de ser un paraíso de oportunidades con alto poder adquisitivo. Inge de Bruijn no procede de la baja extracción provinciana flamenca.

Peculiar arquitectura esbelta en un lugar de Barendrecht. Tomada de aquí.

Hacia 1980 De Bruijn comienza a tensar los músculos implicados en este deporte olímpico. A los catorce años los dispone a competir, con resultados destacables. En el Campeonato Mundial de Natación de Perth (Australia), celebrado en 1991, inaugura su palmarés con una medalla de bronce obtenida en la prueba de relevos sobre 400 metros al estilo libre. Será en esta especialidad y formato donde acumule otros triunfos hasta su primer abandono. «En 1996 renuncié a los Juegos por voluntad propia. No tenía motivación y sentía que no estaba preparada para representar a mi país. Así que me retiré. Entonces, pensé que era un error, pero es el mejor que he cometido. Me abrió los ojos. Vi los Juegos por la tele, lloré y me dije que no había terminado como yo había pensado». Una intuición que el tiempo convirtió en presagio.



Fue un trago amargo para Inge abandonar la competición en 1996. Tomada de Wikimedia Commons.

Hacia los puestos de salida. Tomada de aquí.

En 1997, Paul Bergen agarra las riendas de sus aletas y le promete el oro y los laureles: «Me aseguró que me convertiría en una campeona». El antiguo entrenador del equipo estadounidense explota todas las posibilidades natatorias que observa en ella y la transforma en la pez vela humana. Comienza a marcar récores: en 1999 cubre los 50 metros mariposa en 26,54 segundos; en 2000 se supera al realizar la prueba en 24,64 segundos, y luego termina los 100 metros libres en 56,64. Se agregan a estos logros el establecimiento de los récores mundiales de 50 y 100 metros libres en los tiempos de 24,32 y 53,77 segundos. Fue hace ya una década, en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, cuando Inge cobró la fama y el reconocimiento propios de un campeón olímpico. Todavía nadie le ha pagado la estatua que los viejos griegos erigían a los atletas triunfantes.



Bergen no mintió a Inge, que lucía ambos adornos así de feliz en el año 2000. Tomada de aquí.

Toda una amazona del mar, en una de sus poses menos favorecedoras. El esfuerzo exigido por Bergen –«Me pasaba nueve meses en Estados Unidos, sola, y me entrenaba ocho horas al día, lo que nunca había hecho. Mi único objetivo era ganar medallas en Sidney y encontrar la diversión en la natación, algo que perdí en el 96»– mereció la pena.


Sirena favorita de los Dei Lucrii, a juzgar por las catorce medallas que decoran sus anaqueles, Inge de Brujin ha tenido la oportunidad de dormirse en los laureles en ocho ocasiones, cuatro de ellas al sol del oro olímpico, dos bajo el rayo de la plata argentina y dos al fulgor del bronce esculáneo. En Sidney 2000 recogería tres discos de oro –en los 50 y 100 metros libres, y en los 100 mariposa– y uno de plata –en los 400 libres por relevos–. En Atenas 2004, uno de oro –en los 50 metros libres–, otro de plata –en los 100 metros libres– y dos más de bronce –en 100 metros mariposa y en 400 metros libres por relevos–. En aquellas finales recorrió en  sólo 5 minutos y 40 segundos los 700 metros que equivalen a la mitad de la superficie de agua que tiene la localidad de Barendrecht.

En los campeonatos mundiales de natación, De Bruijn logrará una medalla de bronce en Perth 1991 (Australia), y cinco de oro más de diez años después –tres en Fukuoka 2001 (Japón) y dos en Barcelona 2003–. Esta fulgurante carrera deportiva desató las sospechas del dopaje, una cuestión que la nadadora flamenca zanjó al declarar: «de algún modo, lo entiendo. Les sucede a todos los campeones. Siempre los acusan. Pero para mí era algo nuevo. Cuando gané cuatro medallas en Atenas 91, nadie dijo nada». Sus pruebas eran los «32 controles pasados de mayo a septiembre» de 2000.



De vitrina playera, luciendo el palmarés olímico. «Mis medallas olímpicas son mis bebés, mis diamantes. Una persona quiso una vez comprármelas por un millón, pero le dije que no estaban a la venta». Tomada de aquí.

La emoción del triunfo es difícil de disimular. Las mujeres son especialmente expresivas a causa de las numerosísimas conexiones neuronales que existen en la callosidad cerebral que une los hemisferios. Vemos que la testosterona deportiva no ha provocado la metamorfosis de Inge. A continuación, un vídeo sobre su victoria en la final de los 50 metros libres, en Atenas 2004. Calle cuatro.






La belleza flamenca de Inge de Bruijn y su cuerpo esbelto y atlético le han brindado la oportunidad de las pasarelas tras abandonar las competiciones deportivas en 2004, con la inusual edad de 32 años. Cuenta ella misma con humor una anécdota a El País: «Una vez tuve que desfilar en Mónaco y estaba tan nerviosa que casi me hago pipí encima. Estoy más cómoda en las finales olímpicas porque no soy modelo, sino nadadora». En cualquier caso, mientras no se diga lo contrario, esta sirena de la pequeña urbe surholandesa de Barendrecht se merece los apelativos espléndida y bella, en las calles de la piscina o en las pasarelas de moda.







Aviada para actos sociales, en un rol más femenino, Inge resulta especialmente encantadora. Tomadas de aquí, aquí y aquí. A continuación, bailando.







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De pose y pasarela, tan estilosa como espectacular. Tomadas de aquí, aquí y aquí.


Perserverante, poseedora de doce récores mundiales y catorce medallas, hábil en varias disciplinas, deportista inusualmente longeva, polivalente, rubia y de ojos azules... ¿se puede pedir más?