martes, 22 de junio de 2010

Ser princesa de Suecia: «circenses sine panem»

 


Ser princesa de Suecia es ser víctima de las circunstancias. Ser Victoria de Suecia es ser cómplice de las circunstancias. Ambos casos replican la dualidad que conforman las ideas perpetuas, perfectas y sus incontables copias vivas, imperfectas. Platón. Partiendo de la perspectiva que ofrece la noción de karma, conviene señalar, en descargo de esta entrada, que no es más que uno de los efectos de la causa Victoria.

Algunas evidencias de las toneladas de caspa que anegaron el circo sin pan de la boda entre la princesa vikinga y su ex preparador físico, Daniel Westling:




Burguesía achicada sin proscribir. Prerrogativa pestilencial.




Descaro de intolerable mojigatería. Hadanesca ensoñación aberrante.




 Popularidad congénita. Circenses.




Acicalada hediondez de la deposición decimonónica. Romanticismo.




Victoria de Suecia; Daniel Westling, especie de mellizo de Willem Dafoe, ataviado con impertinentes de factura postmoderna. Sonríen y saludan a la entretenida plebe.



Fotografías tomadas de El País, aquí.


2 comentarios:

Manrique Zabala de Arízona dijo...

Qué poca fe en la monarquía...

Cierto es que, con la honrosa excepción de Balduino de los Belgas, los monarcas Europeos contemporáneos son una especie (para darles de comer) aparte.

El concepto de monarca tras la revolución francesa se ha convertido en una caricatura. En primer lugar porque sus enemigos se ocuparon de ello, pero luego porque el rol sobrenatural que ocupaban se ha disuelto: El Rey era el garante del reino de Dios sobre la tierra.

No en vano, por su juvenil vehemencia católica, Enrique VIII de Inglaterra fue nombrado "defensor de la fe", aunque luego sería "defensor de su entrepierna" y poco más. ¿Qué orden defiende un soberano que, tergiversando el orden natural, antepone el poder temporal al espiritual? ¿Dónde han quedado los grandes reyes medievales, como San Jorge, San Luis de Francia o la españolísima Isabel la Católica?

En las páginas de Historia, sin duda, porque los actuales no pasarán de las páginas del "¡Hola!"

Movimiento 31 dijo...

Buena apreciación, don Manrique, sobre la frivolización de la monarquía y ese factor interno en la institución que ha contribuido a ello.

Precisamente quería hacer hincapié en el sensacionalismo al que se prestan estos monarcas de hoy en día para luego protestar por los derechos de imagen e intimidad. ¿Qué es el 'Hola' sino una colección de reportajes circenses para plebeyos, con la ausencia, insustituible ya, de Ángel Cristo?