martes, 24 de agosto de 2010

Efeméride (II): la bella sirena de Barendrecht




Hace hoy 37 años que Inge de Bruijn ['iŋge de 'brujn] nació en Barendrecht, unos terrenos ganados al mar de los Países Bajos en el siglo XII y que tienen una superficie de 21,7 Km2. Al otro lado de un transitadísimo meandro del Rin, el centro de la pequeña, pero acomodada, urbe dista de la gran Róterdam algo más de once kilómetros. Precoz y veloz nadadora, Inge confesaría en 2006 al diario El País que su vida es la natación: «Está en mi corazón»; como el agua está en el corazón de Barendrecht. De algún modo, Inge nació del agua y el agua conformó una fracción de su persona y de su temperamento.


Imagen del sitio oficial de Barendrecht. El lugar presume de ser un paraíso de oportunidades con alto poder adquisitivo. Inge de Bruijn no procede de la baja extracción provinciana flamenca.

Peculiar arquitectura esbelta en un lugar de Barendrecht. Tomada de aquí.

Hacia 1980 De Bruijn comienza a tensar los músculos implicados en este deporte olímpico. A los catorce años los dispone a competir, con resultados destacables. En el Campeonato Mundial de Natación de Perth (Australia), celebrado en 1991, inaugura su palmarés con una medalla de bronce obtenida en la prueba de relevos sobre 400 metros al estilo libre. Será en esta especialidad y formato donde acumule otros triunfos hasta su primer abandono. «En 1996 renuncié a los Juegos por voluntad propia. No tenía motivación y sentía que no estaba preparada para representar a mi país. Así que me retiré. Entonces, pensé que era un error, pero es el mejor que he cometido. Me abrió los ojos. Vi los Juegos por la tele, lloré y me dije que no había terminado como yo había pensado». Una intuición que el tiempo convirtió en presagio.



Fue un trago amargo para Inge abandonar la competición en 1996. Tomada de Wikimedia Commons.

Hacia los puestos de salida. Tomada de aquí.

En 1997, Paul Bergen agarra las riendas de sus aletas y le promete el oro y los laureles: «Me aseguró que me convertiría en una campeona». El antiguo entrenador del equipo estadounidense explota todas las posibilidades natatorias que observa en ella y la transforma en la pez vela humana. Comienza a marcar récores: en 1999 cubre los 50 metros mariposa en 26,54 segundos; en 2000 se supera al realizar la prueba en 24,64 segundos, y luego termina los 100 metros libres en 56,64. Se agregan a estos logros el establecimiento de los récores mundiales de 50 y 100 metros libres en los tiempos de 24,32 y 53,77 segundos. Fue hace ya una década, en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, cuando Inge cobró la fama y el reconocimiento propios de un campeón olímpico. Todavía nadie le ha pagado la estatua que los viejos griegos erigían a los atletas triunfantes.



Bergen no mintió a Inge, que lucía ambos adornos así de feliz en el año 2000. Tomada de aquí.

Toda una amazona del mar, en una de sus poses menos favorecedoras. El esfuerzo exigido por Bergen –«Me pasaba nueve meses en Estados Unidos, sola, y me entrenaba ocho horas al día, lo que nunca había hecho. Mi único objetivo era ganar medallas en Sidney y encontrar la diversión en la natación, algo que perdí en el 96»– mereció la pena.


Sirena favorita de los Dei Lucrii, a juzgar por las catorce medallas que decoran sus anaqueles, Inge de Brujin ha tenido la oportunidad de dormirse en los laureles en ocho ocasiones, cuatro de ellas al sol del oro olímpico, dos bajo el rayo de la plata argentina y dos al fulgor del bronce esculáneo. En Sidney 2000 recogería tres discos de oro –en los 50 y 100 metros libres, y en los 100 mariposa– y uno de plata –en los 400 libres por relevos–. En Atenas 2004, uno de oro –en los 50 metros libres–, otro de plata –en los 100 metros libres– y dos más de bronce –en 100 metros mariposa y en 400 metros libres por relevos–. En aquellas finales recorrió en  sólo 5 minutos y 40 segundos los 700 metros que equivalen a la mitad de la superficie de agua que tiene la localidad de Barendrecht.

En los campeonatos mundiales de natación, De Bruijn logrará una medalla de bronce en Perth 1991 (Australia), y cinco de oro más de diez años después –tres en Fukuoka 2001 (Japón) y dos en Barcelona 2003–. Esta fulgurante carrera deportiva desató las sospechas del dopaje, una cuestión que la nadadora flamenca zanjó al declarar: «de algún modo, lo entiendo. Les sucede a todos los campeones. Siempre los acusan. Pero para mí era algo nuevo. Cuando gané cuatro medallas en Atenas 91, nadie dijo nada». Sus pruebas eran los «32 controles pasados de mayo a septiembre» de 2000.



De vitrina playera, luciendo el palmarés olímico. «Mis medallas olímpicas son mis bebés, mis diamantes. Una persona quiso una vez comprármelas por un millón, pero le dije que no estaban a la venta». Tomada de aquí.

La emoción del triunfo es difícil de disimular. Las mujeres son especialmente expresivas a causa de las numerosísimas conexiones neuronales que existen en la callosidad cerebral que une los hemisferios. Vemos que la testosterona deportiva no ha provocado la metamorfosis de Inge. A continuación, un vídeo sobre su victoria en la final de los 50 metros libres, en Atenas 2004. Calle cuatro.






La belleza flamenca de Inge de Bruijn y su cuerpo esbelto y atlético le han brindado la oportunidad de las pasarelas tras abandonar las competiciones deportivas en 2004, con la inusual edad de 32 años. Cuenta ella misma con humor una anécdota a El País: «Una vez tuve que desfilar en Mónaco y estaba tan nerviosa que casi me hago pipí encima. Estoy más cómoda en las finales olímpicas porque no soy modelo, sino nadadora». En cualquier caso, mientras no se diga lo contrario, esta sirena de la pequeña urbe surholandesa de Barendrecht se merece los apelativos espléndida y bella, en las calles de la piscina o en las pasarelas de moda.







Aviada para actos sociales, en un rol más femenino, Inge resulta especialmente encantadora. Tomadas de aquí, aquí y aquí. A continuación, bailando.







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De pose y pasarela, tan estilosa como espectacular. Tomadas de aquí, aquí y aquí.


Perserverante, poseedora de doce récores mundiales y catorce medallas, hábil en varias disciplinas, deportista inusualmente longeva, polivalente, rubia y de ojos azules... ¿se puede pedir más?



3 comentarios:

+Miguel Vinuesa+ dijo...

Juro que en un par de fotos me recordaba a Belén Esteban.

Sin embargo hay que decir que la biografía de esta gran mujer es una oda al esfuerzo y a la auto superación. Sabe estar en un rol femenino, pero ha demostrado con creces ser una atleta. Brindo (con café, por la hora) por ella.

Evil Preacher dijo...

Felizmente Inge, al contrario que las sirenas legendarias, tiene unas piernas estupendas y nalgas de acero.

Movimiento 31 dijo...

Veo que ambos habéis centrado vuestra atención en las dos facetas más notorias de Inge. Hago hincapié, sin embargo, en la apreciación de Evil, puesto que se colige de su comentario una fantasía que compartimos alegremente.