domingo, 20 de junio de 2010

Quiasmo en Movimiento 31




Como puede apreciarse, Movimiento 31 ha decidido remozar su aspecto en aras de un mayor atractivo visual y una mayor facilidad de lectura. El cambio recuerda a una figura retórica conocida como quiasmo, pues en lugar de negro sobre blanco, la secuencia metonímica para las nociones de letra y papel adopta el orden inverso: blanco sobre negro. El quiasmo es una «figura de dicción que consiste en presentar en órdenes inversos los miembros de dos secuencias», define el DRAE. En genética, la palabra quiasma alude al entrecruzamiento entre las cromátidas de un cromosoma.

El vocablo procede del griego clásico «χιασμός» ['χias'mos], con el significado de «disposición cruzada», como la de la letra «ji» -χ-, que a través del latín entregó al romance castellano el fonema ka (velar, oclusivo, sonoro* [k]), en palabras como «Cristo», «quiasmo» o «caos»; y a través del griego clásico, el fonema ja (velar, fricativo, sordo** [χ]), en voces como «Jerjes», «geriatría» o «Jenofonte». Ciertos neologismos creados con étimos griegos han conservado la letra «x» en términos como «xenofobia» [kseno'fobia], que en rigor debería escribirse «genofobia» y pronunciarse como [χeno'fobia], con el sonido velar, fricativo, sordo.

La grafía «x», derivada en último término de la «χ» griega, tenía en el castellano preaurisecular una pronunciación prepalatal, fricativa y sorda [š]. Con ella se fue confundiendo su equivalente sonora [ž], que se representaba con las letras «j» y «g»; pronto surgió la necesidad de distinguir ese sonido [š] del alveolar, fricativo y sordo [s] y se retrajo el punto de articulación hasta el velo del paladar. Surgió así el alófono velar, fricativo y sordo [χ] de palabras como juego, mujer, manjar o boj, que terminó por imponerse al antiguo alófono prepalatal. Antonio de Nebrija (1441-1521) reconoce que en su tiempo la distinción ya había desaparecido. Publicó su Grammática en 1492.



 

A la izquierda, portada de la Grammatica de 1492; a la derecha, Antonio de Nebrija en su escritorio. Tomadas de aquí y aquí.



 

Antiguo aspecto del blog, creado en febrero de 2008. 


Arroja otra peculiaridad este proceso de asimilación fonológica. En regiones como Andalucía o Extremadura, en las que existía el sonido fricativo, glotal y sordo [h], la h aspirada procedente de la f- de los étimos latinos (farina = harina; ferire = herir), el sonido [χ] también se hizo glotal y aspirado, de forma que palabras como «humo» o «herida» se pronunciaban «jumo» o «jerida». En América, salvo zonas del Caribe como República Dominicana, donde se puede escuchar «juye» en lugar de «huye», la contienda glotal-velar tuvo como vencedor el alófono velar. 

Estos cambios se produjeron entre los siglos XVI y XVII, pero aún perviven algunos registros. La «x» se mantiene como arcaísmo ortográfico, por ejemplo, en palabras como «Texas» o como «México», grafía que prefieren sus naturales frente a la de «Méjico» por razones histórico-identitarias. En 1815, la octava edición de la Ortografía de la Real Academia Española asigna la forma «x» al fonema /ks/ de «examen» y la «j» al fonema /χ/, terminando con la alternancia de ambas y dando el remozamiento definitivo al sistema ortográfico español.

Dice Rafael Lapesa (1908-2001), 1981: «La igualación de ambas sibilantes [/š/ y /ž/] no se produjo sólo en castellano, sino también en asturiano y reductos occidentales leoneses (xudíu, xineru, xente, dixo, baxu, páxaru), así como en gallego (xudeu, xaneiro, xente, dixo, baixo, páxaro)». En este idioma, la letra «x» se pronuncia todavía como prepalatal, fricativa y sorda [š], al igual que la grafía «sh» inglesa de «show», por ejemplo en «Sanxenxo», y se traslada al castellano como «j» (velar, fricativa, sorda [χ]): «Sanjenjo». Verbi gratia, el nombre del secretario general de Comisiones Obreras, el galaico Ignacio Fernández Toxo, se debe pronunciar y escribir en castellano como Ignacio Fernández Tojo.

Por tanto, el nuevo diseño de este blog altera la secuencia negro sobre blanco hacia blanco sobre negro, en dirección χ. Se vindica así el carácter retórico y figurativo de Movimiento 31.


* Sonido sonoro: aquel en que vibran las cuerdas vocales al paso del aire.
** Sonido sordo: aquel en que no vibran las cuerdas vocales al paso del aire.
N.B.: los corchetes [  ] señalan la transcripción fonética de una palabra, su pronunciación.

Rafael Lapesa, Historia de la lengua española, Ed. Gredos, Madrid: 1981, décima reimpresión.
Juana Gil Fernández, Los sonidos del lenguaje,  Ed. Síntesis, Madrid: 1999, quinta reimpresión.


2 comentarios:

edición GPA dijo...

Fantástico modo de continuar el empiece de una gran carrera. ¡Felicidades!

Movimiento 31 dijo...

Gracias por sus ánimos, balancier. Esperamos que continúe visitando el blog.